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Justicia social transformativa: poner en el centro la vida

By 22 febrero 2022LAWA news
Fotografia Silvana Trevale. Vogue

La historia de las mujeres y de las comunidades marginalizadas en ganar, defender y sostener sus derechos, ha sido una batalla constante. Es como intentar abrir una puerta con mil candados y tener un manojo de llaves al azar para intentar abrir. Cuando logramos abrir un candado, volvemos al principio: meter en un nuevo candado una a una las llaves hasta encontrar la correcta. Concentradas en ese ejercicio, a nuestro alrededor se nos dice que estamos viviendo la época de la igualdad de géneros, de igualdad de oportunidades y aceptación del multiculturalismo; que ser feminista o ya no es necesario, o es algo muy radical 

Como mujeres y personas no binarias migrantes, a veces solemos vivir en la ambigüedad. Podemos reconocer que quizá en el país de acogida hemos encontrado nuevas formas y espacios de sentirnos más libres y autónomas, pero nuestras condiciones materiales de vida están en constante riesgo. Es como si hubiéramos abierto un candado, pero faltan más. 

 En Reino Unido las políticas de austeridad económica y las políticas de hostilidad hacía las comunidades racializadas, nos muestran que hay una opresión sistemática racializada y de género. Nuestras comunidades y nuestras vidas están restringidas por cómo el Estado ejerce sus leyes en nuestras vidas, y por los estereotipos que la sociedad tiene sobre los migrantes. Cuando hemos vivido violencia doméstica, violencia sexual, abuso laboral, explotación, criminalización o por nuestro estatus migratorio, muchas veces este Estado nos ha invisibilizado o mostrado paternalismo orillándonos a lo que “nos den” dar porque nuestra calidad de extranjería nos pone en desventaja.  

 La búsqueda de la justicia social en calidad de migrantes no debería terminar en que “recibimos justo lo que necesitamos” o “recibimos lo que se pudo.” 

La idea de la justicia social es que las sociedades puedan tener oportunidades para todos sin importar su condición social, económica, sexual, racial, de edad o de género para garantizar nuestra dignidad humana. Esa idea implica acabar con la pobreza, con las deudas externas; animar la cooperación entre países, sociedades e individuos; cambiar las relaciones entre instituciones, el medio ambiente y las personas. Sin embargo, como han señalado activistas y sobrevivientes de diversas violencias, necesitamos otros modelos de justicia que no sean los que hasta ahora conocemos.  

El tipo de justicia que se anhela para estos tiempos es la justicia transformativa. Esto implica re-imaginar las relaciones que hemos construido, las ideas que tenemos sobre la justicia, la criminalización, lo legal e ilegal, por ejemplo, y el papel que juegan instituciones como los Estados, la policía, las cárceles y el despojo territorial. 

 En nuestro caso, deberíamos arriesgarnos a transformar las condiciones que este sistema nos ha impuesto por ser mujeres y personas no binarias siendo migrantes. Deberíamos comenzar a contar nuestras historias, nuestros aprendizajes y acciones para pensar que otros mundos basados en la participación comunitaria y sin criminalización son posibles. Un mundo sin restricciones por derechos y aplicaciones parciales de la justicia; un mundo de ayuda mutua, de prevención de actos que dañen nuestra dignidad. Una justicia transformativa que ponga en el centro la vida y nuestra relación con todo ser vivo y la Casa Común que habitamos, la Tierra, donde nadie se quede sin su espacio.   

Deberíamos re-imaginar abrir todos los candados y tumbar la puerta de una vez por todas.