Estas carnes indias que despreciamos nosotros los Mexicanos asi como despreciamos condenamos a nuestra madre, Malinalli. Nos condenamos a nosotros mismos. Esta raza vencida, enemigo cuerpo.
-Gloria Anzaldúa.
Tengo un recuerdo vívido a los 10 años. Unos jóvenes entran a mi casa de caña haciendo un censo para las elecciones y me entregan un papel que tengo que llenar con mis datos. Cuando llego a la parte que dice etnia miro a mi madre.
Miro hacia arriba confundida.
Mestiza – me dice – tú eres mestiza, todos somos mestizos.
Me preguntas por mi sangre
Si indígena, nativa,
Si bastarda o mezclada
Y yo solo la siento hirviendo
Cocinándose por 500 años
Yo solo la veo
Regándose, escapándose
De vuelta a la tierra
Una de las primeras veces que discutí sobre cómo me identifico racialmente fue conversando con una amiga durante el primer año que viví fuera del país. Nunca había sido confrontada con una pregunta tan directa que me exigía nombrarme.
-bueno, eres de Ecuador, pero ¿qué eres?
Traté de explicar el mestizaje como me lo habían enseñado, una mezcla de poblaciones europeas, indígenas y africanas en América Latina. Mi raza o etnia no era algo sobre lo que había reflexionado mucho. Recuerdo de pequeña escuchar las palabras ‘blanca’ o ‘mica’ (rubia) como sinónimos de hermosa. Recuerdo ser llamada ‘chinita’ en mi familia por tener los ojos rasgados, recuerdo odiar mis ojos ‘chinos’, característicos de las poblaciones indígenas. Sin embargo, no asociaba estas características como atributos raciales. Aunque envidiaba la piel blanca y cabello rubio, no podía reconocer estos sentimientos de incomodidad y deseo de ser blanca por lo que eran: odio propio arraigado en la colonización.
Son las costumbres que traicionan. La india en mí es la sombra: La Chingada, Tlazolteotl, Coatlicue. Son ellas que oyemos lamentando a sus hijas perdidas.
-Gloria Anzaldúa.
-Entonces, ¿eres mitad española y mitad indígena? Porque puedo ver algo indígena en ti, pero no te ves completamente indígena – me dijo mi amiga.
Yo no sabía cómo responder a estas preguntas. Crecí en la costa del Ecuador, donde disfrazamos nuestro racismo con regionalismo y nombramos como ‘indígenas’ a las personas de la sierra para distanciamos de las raíces de los pueblos indígenas. Reconocerme mestiza, significó que lo indígena, cholo, montubio, negro fue siempre ajeno, algo de lo que me distanciaba o negaba. Significó dejar de usar mi cabello en trenzas porque mi padre me decía que parecía una de esas ‘serranita vende papas’. Significó entender “indígena” como insulto, y “no pareces de aquí” como cumplido. Crecí imaginándome mestiza, simpatizando con el colonizador y buscando la blanquitud.
El mestizaje, entonces, no es un proceso inocente, pero una estrategia de blanqueamiento que busca eventualmente eliminar todo lo indígenx, negrx, “no-civilizadx” o “salvaje” dentro de nosotrxs. Recuerdo haber escuchado algunas veces en mi familia la “broma” de que hay que “mejorar la raza”, implicando que una tenía que casarse con un hombre blanco, rubio, ojos claros. Crecí construyendo mis gustos así, romantizando lo blanco como sinónimo de belleza. El “mejorar la raza” es una forma de colonialismo interno que nos permite exteriorizar el odio a nuestro propio color piel o rasgos indígenas y negros. Esta “broma” no debería ser tomada a la ligera. Esta expresión lleva el peso del genocidio en un contexto de esclavitud, expulsión forzada de poblaciones africanas, esterilización forzada de mujeres, eugenesia y políticas “selectivas” que buscaron eliminar poblaciones enteras y acabar con los lastres incómodos de la etnicidad.
¿A quién o a qué nos referimos cuando nos llamamos mestizxs? El proyecto nacionalista del mestizaje es una estrategia hegemónica, racista y patriarcal que buscó blanquear y homogeneizar (física y culturalmente) a las poblaciones en América Latina. Sin embargo, lejos de contribuir a esto, logró construir una idea estereotipada de ‘lo otro’ que se manifiesta en discriminación, hipersexualizacion o tokenismo, técnicas que al final solo reproducen la supremacía blanca. La idea de la ‘unidad’ o de que ‘todos somos iguales/mestizxs’ nos permite negar conversaciones sobre racismo creyendo que porque ‘no nos fijamos en el color de la piel’ el conflicto racial desaparece.
Crecí escuchando a mi profesora referirse a mí y a mis compañeros como ‘merienda de negros’ cuando hablábamos más de la cuenta en la clase, con un padre que ofreció operar mi nariz ‘chola’ desde los 12 años, crecí aprendiendo a tragar amnesia con odio propio, y aún así hay personas que me llaman ‘problemática’, ‘blanco-fóbica’ por llamar a alguien racista. El discurso de la nación mestiza es violento porque permite bloquear conversaciones sobre discriminación y diferencia. Nos negamos a hablar de racismo porque nos incomoda, porque decimos “no ver el color de piel”, pero seguimos bromeando sobre cómo lxs negrxs son ladrones y lxs indígenas sucios e incivilizados.
El mestizaje forjado en la colonización no es una afirmación de identidad consciente, si no una forma de auto-negación. Bajo el paraguas del mestizaje, los insultos racistas se vuelven ‘solo bromas’ y los estereotipos se naturalizan. Este proceso nos impide desarrollar una conciencia racial porque nos impide nombrarnos. Sin embargo, no impide que nos nombren (‘negritx’, ‘cholx’, ‘indix’, ‘longx’, etc).
cuando crezca
no quiero ser mestizx*
porque mi tierra puede haber sido conquistada
mi cuerpo invadido
y tal vez solo hable idiomas europeos
pero yo decido como me defino
y cuando alguien intente hacerme marcar una casilla
yo marcare ‘otrx’
y lo haré con delineador rojo
por si a alguien le queda alguna duda
de cuan mestizx* no soy
-Lorenzo Herrara y Lozano (adaptacion)[1]
Entonces ¿Somos todos mestizos?
No.
La anti-negritud, anti-indigenismo e indigenismo son sentimientos vivos y latentes que se escudan bajo la ideología del mestizaje. El proyecto de la nación mestiza fue propuesto por élites criollas y desarrollado junto a tácticas de represión y matanza a pueblos y comunidades. Es así que cuando nos nombramos/reconocemos mestizxs, consciente o inconscientemente jugamos el papel del colonizador para alejarnos lo más posible no solo de nuestras raíces indígenas y negras, pero de las comunidades que siguen resistiendo en la actualidad.
He re-escrito esta historia tantas veces porque he tenido miedo de escribir estas palabras, de tener esta conversación. Me ha tomado tiempo entender que negar las diferencias, no las erradica, y no hablar de opresiones no las hace desaparecer mágicamente. He tenido que vomitar discursos que me llaman víctima al nombrarme, estoy tratando aún. No se puede descolonizar sin estar dispuestxs a incomodarnos, o si no estamos dispuestxs a rendir cuentas de nuestros privilegios. El colonialismo no termina con supuestas independencias, está arraigado en nosotrxs, cada vez que nos alejamos de quienes somos, cada vez que decidimos desterrarnos de nuestra piel.
[1] Remplazo hispanic por mestizx en el poema Childhood Dreams. https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/4142714/mod_resource/content/1/FOXX%20ANTHONY%20HERRERA.%20Tragic%20Bitches.pdf (p. 25)
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